viernes, 30 de septiembre de 2011

Que nadie nos calle nunca



El tema del  alcoholismo de Felipe Calderón  se comenzó  a hablar en redes sociales, aparecieron mantas y grafiti en  las calles de diferentes ciudades de México. Cuando el caso llegó al congreso ya era un secreto a viva voz.
Si toma  no gobierne, decían.
            Aristegui supo leer el descontento popular  y como buena periodista,  puso el dedo en la llaga.  Tal vez no pensó que eso iba a enojar tanto a los reyes de Los Pinos  y que estos iban a hacer sentir su  funesto poder con tanta  agresividad.
            A las pocas horas Aristegui había sido despedida, con la burda excusa de haber irrespetado  los códigos de ética del medio de comunicación para  el que trabajaba.
            Pero con lo que no contaban, es que eso fue como zapatear un  hormiguero. De inmediato periodistas, intelectuales,  líderes políticos opositores y otros miembros del tejido social salieron en defensa  de la periodista. 
La violación a la libertad de expresión era  evidente, al igual que la prepotencia y la desfachatez de  los gorilas para silenciar al  disidente.
 Junto a esos actores sociales, miles de mexicanos y latinoamericanos acuerparon a Aristegui. Callarla a ella, era callarnos a  todos.
            Las redes sociales,  los blogs,  los sitios web fueron el megáfono, la tribuna, desde donde nos manifestamos. Y esto fue tan fuerte, que  las babas del diablo se retiraron.
            Al día siguiente Aristegui estaba contratada de nuevo. Por supuesto no hubo una explicación  veraz de lo  que había sucedido.  No hacia falta.
            Hace unos días un profesor universitario y periodista, me dijo que las redes sociales no deben ser tomadas en cuenta por un político serio, “por la sencilla razón de que cualquier pelapapas dice lo que quiere”.    
Pobre diablo.
Como si opinar, expresarse, tener criterio, fuera un privilegio de unos cuantos. Como si se pudiera tapar la realidad con un dedo.  Como si detrás de cada computadora no hubiera una persona. 
Lastimosamente no todos los casos  tienen  un final feliz como el de Aristegui (o quienes se hacen famosos de la noche a la mañana), también están aquellas personas comunes,  que denuncian, reclamen y exigen (los pelapapas del dichoso profesor) para ellos no hay protección y a muchos les cuesta caro ejercer sus derechos. 
Mientras esto siga así, las bondades de las nuevas tecnologías no estarán completas. 

martes, 20 de septiembre de 2011

Cuidado con la mordaza




Hace unos días la Dirección General de Tránsito de Costa Rica emitió una directriz en la cual prohibió a sus inspectores publicar críticas contra en la institución en la red social Facebook. Esta medida es similar a otros casos en los cuales,  las personas han sufrido repercusiones negativas a raíz de lo publicado en este tipo de espacios. 
A mi juicio el hilo conductor en estos casos es el ejercicio de la libertad de expresión en los nuevos medios  y el mal uso de la “identidad digital”.
Cuando la dependencia estatal emitió la directriz de prohibir a sus funcionarios publicar críticas o comentarios negativos en dicha red incurrió en una violación de la libertad de expresión.  Es igual que les dijera que no pueden hablar en un salón con otras personas, o en cualquier otro medio de comunicación. Me llama la atención que hacen énfasis en prohibir comentarios negativos por considerarlos irrespetuosos, ¿esperan que sus trabajadores únicamente expresen cosas buenos de ellos? ¿será que eso también está  prohibido?
Si es así, que ingenuos.

Cualquier dependencia está en derecho de regular el uso de los símbolos institucionales, mediante una política de comunicación, clara y precisa, adonde se definan las formas y lugares donde se pueden utilizar dichos símbolos, pero eso es muy diferente a la directriz que emitieron, en la cual pretenden amordazar a sus trabajadores. 
Por supuesto que la libertad de expresión también tiene límites, no está bien, ofender, injuriar o intentar dañar a personas u organizaciones através de las redes sociales. Dicho de otra manera, no puede estar uno repartiendo hijueputazos en el Facebook o en el Twitter, sin esperar una reacción de parte de los otros, pues aunque se trata de espacios virtuales, cada vez es más reconocida la validez e importancia de lo que sucede en ellos.
Es erróneo pensar que las redes sociales son espacios exclusivos para decir tonterías. Es claro que son mecanismos democráticos que sirven, entre otras, para ejercer control sobre la labor del estado y sus funcionarios, exigir claridad,  realizar presión social.  
El ejercicio responsable de la libertad de expresión en las redes sociales, blogs, y otros es vital, máxime cuando la brecha entre “identidad digital” e “identidad real” se cierra, desaparece de forma tácita, tal como está sucediendo. Lo usual es que las personas tengan un perfil asociado a su nombre real, con fotografías de experiencias reales, y comentarios realizados por ellas. En esos caso  el divorcio entre la identidad real y la digital, no existe.